jeudi 3 octobre 2013

Intimidad


Voy mudando de nombre con el deseo de ser lo más invisible posible, porque el deseo de intimidad domina todo lo demás. Tengo ganas de decirte tantas cosas, de contarte mucho, de abrazarte. Y de dejarte atrás también, porqué no. Quiero mirar los recuerdos con una sonrisa y nada más. Las risas atraen más risas. Si miras tu mundo con los lentes del dramatismo te cerrás a eso, y, para qué?
Los humanos nos confundimos, queremos, superamos. Siempre fue así, y eso no nos hace malos. Nos hace humanos. Es como si la sociedad intentara convencernos de que tenemos que odiar a las personas a las que alguna vez quisimos mucho si eso no terminó como alguno de los dos quería... No quiero sonar a hippie-cursi, pero realmente me parece un desperdicio de tiempo, una acumulación de sentimientos negativos que al fin y al cabo solo te lastiman a vos. Quizás es inocente de mi parte, pero yo no creo que, por lo menos basándome en la gente con la que tuve la suerte de relacionarme yo, actúe adrede para herir. "El corazón tiene razones que la razón no entiende".
Eso no quita que no me duela.

Twitter no?

Me doy cuenta de que mis pensamientos se pueden resumir siempre en 140 caracteres... La hoja tan grande, con tanto espacio para expresarme casi me intimida. 

lundi 22 juillet 2013

Eso que ven a lo lejos es mi dignidad perdida. Saluden.

Tendría que poner un cartel a este blog antes de entrar, como aviso: "Leer bajo su propia responsabilidad, peligro de dramatismo y minitehs". Posta les recomiendo que solo entren a la madrugada, cuando estén tomando un té y escuchando algún tema depre como "Creep", pensando en alguien que se les murió o en todas esas materias que recursaron o cuánto aumentó el kilo de pan y cómo van a vivir con sus papás hasta los 38, así se terminan de cortar las venas con gusto. ♥

Hablo más

Vivo con la frustración del síndrome de "la hoja en blanco" en todos los aspectos de mi vida.
Si tuviera que elegir una frase o palabra para definirme actualmente, como en "Comer, Rezar, Amar", no sería Attraversiamo, no, sería "no sé"... Y esos días de pleno entendimiento con la duda, quisiera salir de mi cuerpo para ver lo que se siente tener aunque sea por un minuto las ideas ordenadas. Sé que me estoy autoexigiendo demasiado, y tener eso claro, paradójicamente, me confunde más. Lo lindo es que cuando me convenzo de sentir el presente, me pongo feliz de vivir como estoy viviendo, aunque no tenga ni la más puta idea de qué hacer después.
Pero me frustra ser tan inútil, no puedo evitarlo, y es un gran pero.

lundi 6 mai 2013

La inmolación por la belleza por Marco Denevi


El erizo era feo y lo sabía. Por eso vivía en sitios apartados, en matorrales sombríos, sin hablar con nadie, siempre solitario y taciturno, siempre triste, él, que en realidad tenía un carácter alegre y gustaba de la compañía de los demás. Sólo se atrevía a salir a altas horas de la noche y, si entonces oía pasos, rápidamente erizaba sus púas y se convertía en una bola para ocultar su rubor. 
Una vez alguien encontró una esfera híspida, ese tremendo alfiletero. En lugar de rociarlo con agua o arrojarle humo –como aconsejan los libros de zoología-, tomó una sarta de perlas, un racimo de uvas de cristal, piedras preciosas, o quizá falsas, cascabeles, dos o tres lentejuelas, varias luciérnagas, un dije de oro, flores de nácar y de terciopelo, mariposas artificiales, un coral, una pluma y un botón, y los fue enhebrando en cada una de las agujas del erizo, hasta transformar a aquella criatura desagradable en un animal fabuloso. 
Todos acudieron a contemplarlo. Según quién lo mirase, semejaba la corona de un emperador bizantino, un fragmento de la cola del Pájaro Roc o, si las luciérnagas se encendían, el fanal de una góndola empavesada para la fiesta del Bucentauro, o, si lo miraba algún envidioso, un bufón. 
El erizo escuchaba las voces, las exclamaciones, los aplausos, y lloraba de felicidad. Pero no se atrevía a moverse por temor de que se le desprendiera aquel ropaje miliunanochesco. Así permaneció durante todo el verano. Cuando llegaron los primeros fríos, había muerto de hambre y de sed. Pero seguía hermoso.

lundi 25 mars 2013

Mirá no tan lejos.


Respiro. Inhalo. Exhalo. No pienses, no pien… ¿Por qué no me quiere? No. No empieces. Concentrate en respirar. La calle está especialmente vacía hoy. Voy arrastrando mis pies mirando el pavimento. Observo cómo mi respiración se convierte en aire blanco delante de mí en cada exhalación. El frío invierno es una proyección de mi frío corazón. Intentando despejar la mente, miro las nubes, los grises edificios, mis propios pensamientos. Pero a pesar de lo mucho que lo intento, sigue apareciendo. En cada cosa que hago, lo veo. Lo tengo memorizado, cada rasgo, casa gesto, cada detalle… Su imagen invoca la memoria de cada milésima de segundos compartidos, cada recuerdo doloroso que quisiera enterrar. Pero así funcionaba. No era a él a quién quería enterrar en el fondo de mi mente. Era a mí y a la imagen que tenía de él. Él, que era totalmente ajeno a mi dolor. Mi dolor por él y por mí. No pienses. El aire entrando a mis pulmones. El tórax inflándose, el aire expulsado. ¿Por qué no puedo ser mejor? No. Respira. Cuando mis pensamientos iban por caminos demasiado dolorosos para ser enfrentados, mi cabeza daba un salto de alarma. Fuera como fuere, el dolor ya estaba instalado. Era mi compañero de viaje. Me senté en un banco, adentrado en la plaza. Lo más lejos posible de la gris civilización. Estaba en medio de la ciudad de Buenos Aires, pero necesitaba soñar que estaba lejos. Respirá.

Cierro los ojos, y lo veo. Los abro, inmediatamente, y sin embargo, él sigue ahí. Está al lado mío, me mira y me sonríe. Cierro los ojos horrorizada, esperando que mi cabeza deje de dar vueltas. Respiro. 

Abro los ojos lentamente deseando abrirlos y que mi mundo haya cambiado. Pero él me sigue mirando. Y ya no soporto el silencio.
-No quiero.
-¿No? – Me mira socarronamente. Él sabe perfectamente que quiero.
-No. Estoy cansada de sufrir.
-Eso es decisión tuya. Pero eso lo sabés bien.
-¿Y qué importancia tiene lo que sepa o deje de saber? No importa nada. Vos seguís apareciendo.
-Porque vos querés que aparezca.
-…
-¿Te doy miedo? – Me pregunta
-…
-Tomo eso como un sí.
Nos quedamos en silencio. Lo miro enojada, pero él está mirando para otro lado, ignorándome. Me volteo orgullosa.
-No sos la única que sufre por mí. ¿Sabías?
-Hay muchas cosas que sé… - murmuro.
-Que sabés, pero que no querés comprender.

No necesitaba sus sermones.

- Estás cansada de mí porque yo te hago lidiar con lo que más te duele de vos. – Lo decía buscando hacerme entrar en razón. ¿Por qué no paraba? Pero… ¿Quería yo que parara?  –No me querés entender. Me echas la culpa a mí. Pero sos vos el problema, por eso yo no debería existir.

Ya sabía todo eso y no quería oírle, pero a pesar de todo, tampoco quería levantarme del asiento. Mi mente era una contradicción sobre otra. Era él. Y me estaba hablando. Aunque fuera parte mi imaginación… era su voz.

-Te negás a mirar otra cosa que no sea a vos misma. Crees que me querés a mí, pero en realidad te amas a vos y a tus miedos. Estás enamorada de tus miedos.
Deje de respirar. Porque por una vez oía lo que me estaba diciendo.
Él sabía que había dado en el clavo.
-Te negás a abandonarlos porque no sabés cómo te va a tomar la gente si sos vos misma y no cómo vos crees que ellos quieren que seas… -
-¿Y quién soy? ¿Eh? No me conozco, y vos tampoco. Y no creas que lo hacés– Lo interrumpo enojada.
Él me mira paciente.
-Está bien. –acepto al final. – Me conocés. Y sabés de mis miedos. Pero, ¿Ahora qué?
-Ahora solo falta que mires. Y que mires en serio a tu alrededor.
-Pero no veo nada…
-Eso es porque todavía querés verme solamente a mí…

Y de pronto miro, y miro en serio. Observo cómo el pasto gris y los tristes árboles van transformándose, y se vuelven alegres. De pronto escucho a los pájaros cantar, el ruido de los autos y de la gente al hablar, el cielo se ve celeste, y el sol comienza a brillar. Incluso los edificios toman color. Escucho a alguien reír a lo lejos. Y cierro los ojos para sentir el viento cálido en la cara y la piel. Estoy un rato así, disfrutando. Hay mucho ruido afuera, pero nunca escuché tanto silencio dentro mío. Abro los ojos sonriendo, quiero contarle. Pero él ya no está.

No me entristece que se haya ido, él siempre está conmigo. Pero ahora yo sé mirar. Eso me hace recordar sus palabras. “No sos la única que sufre…”. Busco con la mirada el lugar que él observaba antes y yo estaba demasiado decidida a ignorar. Y ahí lo veo, un joven de mi misma edad, mirándome. Le regalo una sonrisa. El muchacho me sonríe y ambos sabemos que algo va a cambiar. Me levanto del banco y sigo mi camino. Había muchas cosas que quería conocer de mí. El muchacho podría esperar y yo podría esperarle a él, porque sabíamos que nos volveríamos a encontrar. Pero primero debía encontrarme a mí misma. De eso estaba segura.

samedi 1 décembre 2012

Reality

No quiero darte el gusto de demostrarte que me afectaste en lo más mínimo, ¿Sabés?
Al fin y al cabo, el enojo, la indiferencia pueden doler. Pero recibir una sonrisa cuando no la mereces a la larga duele mucho más. Si hice las cosas mal, pido disculpas. Pero ya está. Basta.
Me doy cuenta de que estuve equivocada toda mi vida. Este último tiempo me demostró, que mi idea de la felicidad no era exactamente tan correcta como pensaba. Me dí cuenta de que tenerle miedo a las situaciones de antemano no sirve de nada. Acostumbré a ponerle etiquetas en mi cabeza a las situaciones que sabía, que pensaba, que me iban a hacer mal. Pero ni bien superadas, tal vez en el mismo instante de producidas, me doy cuenta de que puedo ser más feliz que antes. Disfruto saber que todavía quedan cosas en mi vida por las cuáles luchar, ¿entienden? Me dan fuerza. Además, enfrentarme a mis miedos siempre me pareció lo más sano. A veces esta es la única forma que puedo enfrentarme a mí misma y darme cuenta, así, a baldazos de agua fría, qué es lo que quiero, qué es lo qué necesito, y qué es lo importante. Hay muchas formas de ver y hacer las cosas, y en este momento, quiero hacerlo a mi manera.